De noche, en la habitación sin nombre, él duerme, ella lo mira, en silencio. Lazos negros la recorren, la atan, la contienen, cada vez con más dificultad. Porque los besos de él la han roto. Y ahora ve su oscuridad, ve su luz, y siente descabelladamente que todo está bien, que pueden lograrlo.
Y en solo un segundo, se encuentran sus miradas. Él la mira, ella suspira. El fuego prende en su pecho. Oye los truenos del exterior, pero nada importa. Todo queda lejos de la habitación.
¿Te arriesgas? Sí.
Todo empieza a revolverse por el viento dentro del cubículo. Oyen los susurros, se les revuelve el pelo, se miran, él está asustado. Pero ella lo tranquiliza, con su tacto, con su sonrisa confiada. Él vacila. Su alma tiembla. Ella lo abraza. Todo cae.
Y en solo un segundo, él comprendió lo que importaba, lo que no. Desdibujó los problemas, las miserias, los prejuicios. Daba igual, todo daba igual, todo quedaba lejos, muy lejos, en el momento en que ella lo sostenía entre sus brazos de niña.
Quería besarla, pero no se atrevía. Tenía tanto miedo a despertar de aquello. Pero ella le sonreía. Sus sueños se mezclaban, y ya no sabían quién era quién.
Brazos, susurros, calor, sudor, pasiones dulces y extáticas. Nada importaba, desengaños, opiniones, lo que dijesen otros, sus mentiras, sus reglas, todo lo que los intentaba controlar. Todo estaba lejos cuanto más se acercaban, cuanto más unían sus cuerpos. Suben por el cielo, todo arde, se prende, estalla en sueños de oscuridad, peces, estrellas y amanecer.
Y dime, quién va a despertar, quién los va a obligar a volver. Están lejos, muy lejos, unidos, incandescentes como antorchas, hay un sendero que nadie salvo ellos conocen, derretido, estrellas líquidas de neón, él la abraza, ella lo sostiene, secretos que brillan y desaparecen.
Ahora son las seis. Despiertas, solo, confundido. Tu cuarto es un campo de batalla con una única víctima. Te sientes tan vacío. Un vinilo patina una canción anhelante. Quieres volver. Quieres sentir eso que sentiste la noche anterior, cuando soplaba el viento, cuando estaba lloviendo, cuando aquel aullido aterrador te rompió los esquemas, cuando aquellos ojos negros te absorbieron a una galaxia irresistible. Quieres volver, quieres hacerlo con todas tus ganas, pero no sabes cómo, y cuando lo entiendes la desesperación te ahoga. Quizá… Quizá deberías buscarla a ella. A la dueña del viento, las estrellas y tu duda. La dueña de los brazos que te acunan.
¡Hola a todos! No suelo subir por aquí cosas que escribo, pero hoy lo he hecho. Es un texto corto inspirado por En solo un segundo, una de mis canciones favoritas de Amaral. Lo he escrito hace un rato mientras sonaba la canción, así de apresurado y raro ha quedado. Espero que os haya gustado. Pronto os contaré cosillas, como qué tal estuvo la Tinta Digital Con. También tengo intención de hablaros de Tuuulibrería, la librería donde he comenzado a colaborar como voluntaria y cuya existencia estoy segura de que os interesará :) ¡Nos vemos pronto!
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