"Concédeme, Señor, serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para distinguir las unas de las otras". Kurt Vonnegut, Matadero cinco

30/1/13

Madrid, ciudad de ratas

Supongo que esto no pilla nuevo a nadie, pero sentía la necesidad de desahogarme aquí sobre mi opinión al respecto.

Hoy vengo a hablaros de la ciudad de Madrid. No vivo en ella, pero paso por ella a diario para ir a mi universidad. Cojo autobús, metro y tren. Soy una asidua del transporte público, como muchos. Por eso, como usuaria que paga (a pesar de los constantes tarifazos que hacen que tengas cada vez menos ganas de usar el transporte público), creo que estoy en mi derecho de reclamar un transporte digno y decente.

Empiezo por lo básico: La calidad del servicio, la frecuencia. No sé si es el caso del metro y el tren, pero en autobuses ha habido reducción del servicio, al menos en la empresa que lleva la zona donde vivo. Para poneros en situación, diré que el autobús es el único transporte público para salir de mi pueblo. Solía pasar uno cada 15 minutos en los momentos más importantes del día. Bien, ahora pasan cada 20. Parecerá una chorrada, 5 minutos más, pero no lo es. Se forman unas colas tremendas, entre los que, como yo, pierden el bus por unos minutos y todos los que llegan después. Si no hay buen horario, ¿qué ganas tienes de salir fuera? Esa misma línea de autobuses tiene un servicio con frecuencia de 45 minutos los fines de semana. Si pierdes el bus estás jodido. Por no hablar de que en mi pueblo solo tenemos un búho y no siempre pasa cuando tiene que pasar. ¿Qué ganas hay de salir por la noche así?

Y ahora, vamos a lo mejor: el metro.
El metro, ese medio que en el fondo está tan bien pensado pero que tantos problemas da últimamente. Escaleras mecánicas averiadas que tardan siglos en repararse, goteras, huelgas espontáneas, vagones viejos, conductores que confunden conducir un tren con agitar una coctelera... ¿Qué más? ¡Ah, sí! ¡La seguridad!

Me da igual que la gente diga que si te roban es tu culpa, yo no lo creo. Uno tiene que ser lo más cuidadoso posible, sí, pero si la red de metro fuera un sitio seguro y VIGILADO estoy segura de que habría menos robos. ¿Qué pasa? Pues que se juntan muchos factores. La crisis, por ejemplo. En todos los trabajos están echando gente, y seguro que el metro no es una excepción. ¿Os acordáis de cuando había taquillas con PERSONAS atendiendo? Pues ya no las hay. Y si las hay, las encontrarás dos horitas al día charlando con el de "seguridad", no ayudando a la gente. Ahora si quieres comprar un billete tienes que ir a la máquina. Me parece perfecto, salvo por el hecho de que si tienes un problema (la máquina se traga tu dinero/tarjeta/abono/está averiada) y no hay nadie no tienes a quién reclamar.
¿Seguridad? ¿Qué es eso? Yo os diré qué se entiende por seguridad: un tío (o dos, si tienes suerte) vestidos con chalecos reflectantes mirando con cara seria y con pose de superman en una esquinita... un ratito al día. Y eso si tienes suerte. ¿Queréis saber la clase de seguridad que he visto últimamente en el metro? He visto:
-Personal "de seguridad" charlando entre ellos en plan colegas en vez de vigilando.
-Personal "de seguridad" sentado en una esquinita en una cafetería tan tranquilo en vez de vigilando.
-Personal "de seguridad" WHATSAPPEANDO en su hora de trabajo en vez de vigilando.
-Personal "de seguridad" en la entrada del metro que ve pasar en sus narices a gente que claramente no coge el metro para moverse... y no mueve un dedo.
-Personal "de seguridad" que te pide el abono transportes cuando vas a salir del metro, en vez de pedírtelo al entrar o dentro del metro, en los túneles, en los recovecos, donde se mueve la gente, donde se mezcla la buena gente con los patanes y los ladrones. ¿Me quieres decir de qué sirve pedir la documentación al salir? Si esa gente no consiguiese entrar no habría tantos daños.
Por no hablar de que nunca les he visto con ningún arma reglamentaria (una porra me vale, no hace falta que lleven ametralladoras!)

¿Cuál es la consecuencia de esto? Que cada vez tengo menos ganas de usar el metro, ese gran transporte que tiene la gran y maravillosa ciudad de Madrid. Ese fantástico lugar donde dejan entrar a gente mentirosa que manipula a la gente para hacerles sentir mal, haciéndoles creer que son padres o madres de familia pero que no piden comida o ropa para sus hijos, sino dinero. Ese lugar donde si te niegas a dar el dinero que tanto te cuesta conseguir dignamente te insultan, te escupen, te empujan o te mencionan a la familia. Ese lugar donde la seguridad nunca está cuando la necesitas y donde si tienes un problema la gente avanza indiferente siendo capaz de dejarte tirada en el suelo. Salvo que tengas la suerte de encontrarte con una de esas personas maravillosas que, sin conocerte ni nada, tienen el detalle de preguntarte qué te ha pasado. Ese lugar donde la gente se cuela a pedir y no aceptan un no por respuesta. Ese lugar donde no puedes quedarte en una escalera mecánica mientras subes porque si lo haces llegará una gitana, te abrirá la bolsa por detrás y se llevará el dinero que ibas a gastarte en tu compra del mes o tu regalo de reyes para tu hermana. Yo soy una tía corriente. No tengo un duro, ni siquiera trabajo. Y me jode muchísimo que haya gente así habiendo otras formas de hacer las cosas. Tengo amigos con padres en paro, y ellos no están en el metro saqueando a buena gente. Me han robado 2 veces la cartera. La primera vez ni siquiera llevaba dinero, apenas 3 euros en efectivo. ¿Sabéis la gracia que me hizo tener que ir a hacerme el DNI, tener que anular mi tarjeta? ¿Sabéis lo que es que en la comisaría te amenacen con multarte como vuelvas a "perder" el DNI?
Ayer casi me roban el móvil. No es una maravilla, sep, es un smartphone, pero no un iPhone o un Samsung, una cosa normal. Me di cuenta, vi al tío, el tío me miró.
Le quité el móvil. De la mano. Con toda mi mala hostia. No sé de dónde saqué el valor, probablemente de esa rabia. De haberlo pensado un segundo habrían pasado dos cosas, me habría acojonado y el tío habría salido corriendo con mi móvil. Pero lo cogí a tiempo. Tuve muchísima suerte. Perder el móvil es lo peor que te puede pasar hoy en día. No lo digo en plan pijo, yo puedo vivir sin móvil, pero en mi móvil está todo. Música, fotos, documentos, teléfonos de amigos. Me alegro de haber podido impedirlo, aunque sé que eso no me salvará de poder volver a estar en la misma situación otra vez.
No soy la única. Robos ha habido siempre, pero ahora más. A varias amigas mías les han quitado la cartera. ¿Pero quiénes se creen que somos? ¿Millonarias? Somos estudiantes. El dinero que tenemos es gracias a nuestros padres, que se rompen los cuernos a diario para poder mantenernos y sacarnos adelante. Puestos a robar, robad a otros. Aunque nadie se merece que le roben, siempre y cuando lo que tengan sea suyo y no arrebatado a otros. Suele decirse que hay dos tipos de ladrones, los que llevan corbata y los que no. No se puede evitar que los que la llevan hagan lo que hacen. Son unos hijos de puta bien colocados, es así. Pero se podría evitar que pasara lo que me ha pasado a mí, solo con una mayor SEGURIDAD. Una seguridad eficiente, una policía eficiente. ¿Sabéis cuándo veo yo a la policía? La veo en manifestaciones. A montones. En manifestaciones pacíficas, porque al menos así son todas en un principio, pero ahí están ellos. Para que no haya desórdenes, dicen. ¿No será para asustar? ¿No será para intimidar, para que nos achantemos todos y nos quedemos en casita? Oh, señores, para eso no se les necesita. Ya tenemos ladrones y políticos que nos obligan a ello. Ya tenemos paro, ya tenemos desahucios. Lo que necesitamos en realidad es justicia, que hagáis bien el que se supone que es vuestro trabajo, proteger al ciudadano. Mucho lucimiento en grandes actos y en manifestaciones, en navidad, en carreteras cuando es navidad. ¿Y el resto del año? ¿O es que solo hay problemas en las grandes ocasiones?
Estoy harta de que la justicia no esté cuando se la necesita. Se echa en falta gente de verdad, gente que ayude, gente con un par que actúe por convicción y vocación, no gente a la que le da igual, a la que se le pagará igualmente por no mover un dedo.
Vivimos en una ciudad de ratas, en un país de mendigos. Y los fumigadores están en su pausa del bocadillo junto con los peces gordos.

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