Es curioso el poder del lenguaje. Es simple hecho de pronunciar una palabra, y que esa palabra esté asociada a algo o a alguien, y que al oírla se te despierten los mismos sentimientos que cuando la ves. El mismo poder tiene la música.
A veces soy incapaz de escuchar ciertas canciones. Me recuerdan a algo o a alguien que forma parte del pasado, pero sigue de algún modo en mi presente, resurgiendo como una astilla en el pie que me impide avanzar sin sentir un dolor terrible.
Y tampoco puedo escuchar ciertos nombres sin sentir una punzada de angustia en la tripa, como si me desinflaran.
Y me fastidia. Muchísimo. Nadie sabe hasta qué punto.
No entiendo qué gana la gente con eso. No sé qué consigues haciéndote el amigo de la gente si cuando realmente te necesitan tú nunca estás ahí. Luego son los demás los que tienen que estar siempre dispuestos a todo, pero ni eso se valora, sólo se paga con ignorancia y discriminación. La gente va de abierta, de tolerante, de buenos amigos. Pero luego no están. Sólo están en mi cabeza, en mis pensamientos, en mis canciones e incluso en mis historias.
Porque para mi desgracia, me importan. Demasiado para lo poco que importo yo.
Por eso me rebelo, contra todo lo que me recuerde a ellos. Porque sé que no soy como ellos, y que no gano nada tratando de negarme a mí misma para ser como ellos. Si no quieren saber de mí, me da igual. Si no quieren entenderme, me da igual. Ya estoy cansada de intentar aferrarme a algo que no me hace bien. Ahora me toca a mí pasar del tema. Me toca romper esquemas, vestir de colores y ser extravagante. Me toca ser aguafiestas. Me toca ser Killjoy.
Y me toca hacer ruido.
Eres increíble,
oh, tan increíble,
oh, lo arruinaste todo,
no, mejor vete a casa.
Soy increíble, SÍ,
Soy invencible, SÍ,
arruinemos todo,
vuélalo hasta la fila negra!!
(Planetary GO)